lunes, 1 de febrero de 2016

GÉNESIS. CAPÍTULO 1.

La creación (Sal 104; Eclo 43; Prov 8,22-30)

11Al principio creó Dios el cielo y la tierra.
2La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
3Dios dijo:
-Que exista luz.
Y la luz existió.
4Vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de la tinieba: 5llamó Dios a la luz "día", y a la tiniebla "noche".
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.
6Y dijo Dios:
-Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.
7E hizo Dios la bóveda para separar las aguas de debajo de la bóveda, de las aguas de encima de la bóveda. Y así fue.
8Y llamó Dios a la bóveda "cielo".
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
9Y dijo Dios:
-Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes.
Y así fue.
10Y llamó Dios a los continentes "tierra", y a la masa de las aguas la llamó "mar".
Y vio Dios que era bueno.
11Y dijo Dios:
-Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.
Y así fue.
12La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.
Y vio Dios que era bueno.
13Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
14Y dijo Dios:
-Que existan lumbreras en la bóveda del cielo para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; 15y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo para alumbrar a la tierra.
Y así fue.
16E hizo Dios las dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. 17Y las puso Dios en la bóveda del cielo para dar luz sobre la tierra; 18para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.
Y vio Dios que era bueno.
19Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
20Y dijo Dios:
-Bullan las aguas con un bullir de vivientes, y vuelen pájaros sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.
21Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo bullir según sus especies, y las aves aladas según sus especies.
22Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo, diciendo:
-Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.
23Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.
24Y dijo Dios:
-Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies.
Y así fue.
25E hizo Dios las fieras de la tierra según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles del suelo según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
26Y dijo Dios:
-Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles.
27Y creó Dios al hombre a su imagen: a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
28Y los bendijo Dios y les dijo Dios:
-Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra.
29Y dijo Dios:
-Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; 30y a todos los animales de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra -a todo ser que respira-, la hierba verde les servirá de alimento.
Y así fue.
31Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.

Explicación.

1,1-2,4a El autor toma la imagen del mundo tal como la veía la ciencia de entonces. La simplifica y estiliza en seres y grupos elementales. División y oposición son principios de orden y armonía (Eclo 33,7-15), clasificación y nomenclatura son principios de conocimiento organizado. Esa visión empírica es proyectada globalmente al momento del primer existir, y allí aparecen en acción dos principios dinámicos: el aliento de Dios, que incuba y transforma el caos en cosmos, y la palabra soberana de Dios, que da orden de existir, asigna puesto y nombre, bendice.

Para la realización literaria el autor opera con breves fórmulas, que repite con calculada diversidad. La composición está regida por dos principios numéricos: el diez del decir de Dios y el siete de los días; entre éstos ocupan puesto clave el primero, el cuarto y el séptimo: luz, astros, descanso. La semana de seis días laborables y uno de descanso (división del mes lunar) se proyecta al tiempo primordial, presentando la acción de Dios a imagen del hombre (Ex 20,11). La analogía hace resaltar la diferencia: la acción de Dios es soberana y eficaz, las obras son el universo, la tarea es perfecta.

Dios es el soberano que da órdenes y se cumplen, es el artesano que ejecuta y contempla complacido la obra bien hecha, es el poeta que pronuncia los nombres primigenios. Por la acción de Dios y su aprobación auténtica, toda la creación y sus partes es buena y bella, armoniosa y no confusa. Dios crea algunos seres individuales y únicos, otros según su especie, de modo que se prolongue y crezca por la fecundidad, en una forma de creatividad delegada.

La corona de todos es el hombre, imagen de Dios por señorío recibido (Sal 8), quizá como interlocutor en la tierra de Dios; varón y hembra como sede de fecundidad compartida y como primera célula social. Puede compararse este poema hierático con otros de tema semejante: Sal 104 y 148; Eclo 43; y numerosas referencias al Dios Creador: por la palabra y el aliento Sal 33; Jn 1, con la colaboración de la Sabiduría trascendente Prov 8.

1,1 "Cielo y tierra" componen la totalidad, equivalen a universo (cfr. Sal 115,16).

1,2 Caos y tiniebla representan imaginativamente el no ser. En vez de "aliento de Dios" otros traducen como superlativo "un viento impetuoso": más probable la primera, según Sal 33 y Eclo 24,3. 2 Cor 4,6: es una luz que trasciende las lumbreras del cuarto día.

1,4 Is 45,7.

1,6 Sal 19,2.

1,9 Sal 24,2; 33,7.

1,11 Hierba y árboles abarcan el mundo vegetal entero. Sal 65,10-14.

1,14 Hay una distinción implícita, entre un tiempo de una semana trascendente, y el tiempo que inauguran y articulan cíclicamente el sol y la luna. "Lumbreras": no luz ni divinidades (cfr. Dt 4,19; Job 31,26).

1,20 Sal 8,9.

1,24 Job 39.

1,26-27 Declaración programática. En todo lo que sigue se hablará de Dios en analogías humanas: forma legítima, única posible, porque sólo el hombre es imagen de Dios. Eclo 17,1-4; Sal 8,7-9.

1,27 1 Cor 11,7.

1,28 Dominio: Sal 8; Jr 27,6.

1,29-30 Es un régimen vegetariano.

1,31 Eclo 33,16-25.32-35.

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