lunes, 1 de febrero de 2016

GÉNESIS. CAPÍTULO 44.

Benjamín culpable

441Después encargó al mayordomo:
-Llénales los sacos de víveres a esos hombres, todo lo que quepa, y pon el dinero en la boca de cada saco, 2y mi copa de plata la pones en la boca del saco del menor con el dinero de la compra.
Él cumplió en encargo de José.
3Al amanecer dejaron partir a los hombres con sus asnos. 4Apenas salidos, no se habían alejado de la ciudad, José dijo al mayordomo:
-Sal en persecución de esos hombres y, cuando los alcances, les dices: "¿Por qué habéis pagado mal por bien? 5(¿Por qué habéis robado la copa de oro?). Es la que usa mi señor para beber y para adivinar. Está muy mal lo que habéis hecho".
6Cuando les dio alcance, les repitió estas palabras. 7Ellos respondieron:
-¿Por qué dice eso nuestro señor? ¡Lejos de tus servidores obrar de tal manera!
8Si el dinero que encontramos en la boca de los sacos te lo hemos traído desde Canaán, ¿por qué íbamos a robar en casa de tu amor oro y plata? 9Si se la encuentras a uno de tus servidores, que muera; y nosotros seremos esclavos de nuestro señor.
10Respondió él:
-Sea lo que habéis dicho: a quien se la encuentre, será mi esclavo; los demás quedaréis libres.
11Bajó cada uno aprisa su saco al suelo y cada uno abrió su saco ç.
12Él los fue registrando empezando por el del mayor y terminando por el del menor: la copa fue hallada en el saco de Benjamín. 13Se rasgaron las vestiduras, cargó cada uno su asno y volvieron a la ciudad.

Tercer encuentro

14Judá y sus hermanos entraron en casa de José -él estaba todavía allí- y se echaron de bruces. 15José les dijo:
-¿Qué es lo que habéis hecho? ¿No sabéis que uno como yo es capaz de adivinar?
16 Contestó Judá:
-¿Qué podemos responder a nuestro señor? ¿Qué diremos para probar nuestra inocencia? Dios ha descubierto la culpa de tus servidores. Somos esclavos de nuestro señor, tanto nosotros como aquel a quien se le encontró la copa.
17Respondió José:
-¡Lejos de mí hacer tal cosa! Al que se le encontró la copa será mi esclavo; vosotros subid en paz a casa de vuestro padre.

Defensa de Judá

18Entonces Judá se acercó a él y le dijo:
-Permíte, señor, a tu servidor dirigir unas palabras a su señor; no te enfades con tu servidor. Pues tú eres el Faraón. 19Mi señor preguntó a sus servidores si teníamos padre o algún hermano. 20Nosotros respondimos a mi señor: "Tenemos un padre anciano con un chico pequeño nacido en su vejez. Un hermano suyo murió y sólo le queda éste de aquella mujer. Su padre lo adora". 21Tu dijiste a tus servidores que te lo trajéramos para conocerlo personalmente. 22Respondimos a mi señor: "El muchacho no puede dejar a su padre; si lo deja, su padre morirá". 23Tú dijiste a tus servidores: "Si no baja vuestro hermano menor con vosotros, no volveréis a verme". 24Cuando volvimos a casa de tu servidor, nuestro padre, y le comunicamos lo que decía mi señor, 25nuestro padre respondió: "Volved a comprarnos víveres". 26Le dijimos: "No podemos bajar si no viene con nosotros nuestro hermano menor; pues no podemos ver a aquel hombre si no nos acompaña nuestro hermano menor". 27Nos respondió tu servidor, nuestro padre: "Sabéis que mi mujer me dio dos hijos: 28uno se alejó de mí y pienso que lo descuartizó una fiera, pues no he vuelto a verlo. 29Si me arrancáis también a éste de mi lado y le sucede una desgracia, daréis con mis canas, de pena, en la tumba". 30Ahora bien, si vuelvo a tu servidor, mi padre, sin llevar conmigo al muchacho, a quien quiere con toda su alma, 31cuando vea que falta el muchacho, morirá; y tu servidor habrá dado con las canas de tu servidor, mi padre, de pena, en la tumba. 32Además tu servidor ha salido fiador por el muchacho, ante mi padre, asegurando: "Si no te lo traigo, mi padre rompe conmigo para siempre". 33En conclusión: deja que tu servidor se quede como esclavo de mi señor en lugar del muchacho y que el muchacho vuelva con sus hermanos. 34Pues ¿cómo puedo volver a mi padre sin llevar el muchacho conmigo, para ver la desgracia que se abatirá sobre mi padre?

Explicación.

44,1-13 José planta un cuerpo del delito, una prueba falsa, para provocar un pleito. Conviene recordar en este punto el hurto de Raquel y la querella de Labán (cap.31). El pleito supone una relación comercial y extracomercial: se configura como robo con agravantes. El pleito emplea el estilo propio del género, con la variante de dos instancias judiciales. El pleito dará lugar a equívocos significativos.

44,3-13 En la primera sesión acusa al mayordomo: el que los había tranquilizado antes con tanta seguridad (43,23). Acusación genérica, "devolver mal por bien" (Sal 38,21), y específica, controlable. En hebreo falta la frase puesta en paréntesis, (tomada del griego): un relativo sin antecedente, como dándolo por demasiado conocido. A quién se le ocurre robar un objeto tan personal e inconfudible, que el amo echa enseguida de menos.

Ellos rechazan indignados la acusación, aduciendo argumentos judiciales, especialmente la prueba de la analogía en el caso del dinero escondido en los sacos. Su seguridad es tan grande, tan compartida, que lanzan un desafío -como Jacob en el caso de Raquel (cap.31)-. Con su ignorancia, también compartida, pronuncian sentencia de muerte contra Benjamín.

44,10-12 El mayordomo comienza estrechando la pena al culpable solo. Los hermanos habían hecho un acto de solidaridad, si no hasta la muerte, reservada al culpable, sí hasta la esclavitud perpetua. El mayordomo rompe la solidaridad en nombre de la justicia. Pero el paso espiritual de los hermanos está dado, y el proceso seguirá.

44,13 Rasgarse los vestidos era el gesto de Rubén y de Jacob (37,29.34); se repite sin palabras. Volver a la ciudad es tácitamente apelar al tribunal superior. Y es acto de solidaridad, porque no se forman dos grupos divergentes. Aunque jurídicamente los diez son inocentes, no abandonan a Benjamín a su suerte. Gn 37,29.34.

44,14-17 El juicio en segunda instancia. José multiplica la confusión y el desconcierto. Un juez tiene que informarse y averiguar (Prov 25,2). Pues bien, José posee don de adivinar, ya comprobado; y no lo ha periddo porque le hayan sustraído la copa mántica. Pero metiendo misterio donde no lo hay y exigiendo ser creído con una prueba falsa, multiplica la confusión y el desconcierto acumulados.

Por vía judicial los hermanos nada pueden aducir en su descargo. Aunque se saben inocentes, el visir tiene el saber y el poder y el derecho aparente. Judá pronuncia una confesión y se somete a una pena colectiva: esclavitud para todos. Nuevo acto de solidaridad en la pena sin que haya precedido complicidad en la culpa reciente. Todos por Benjamín y con Benjamín.

En la confesión se adensa la ironía dramática en dos planos. Judá confiesa la culpa: no la culpa de que son acusados, sino otra culpa que Dios ha perseguido y descubierto. Lo dice pensando que el visir no entiende el doble sentido. José lo entiende y lo toma como señal positiva de conversión. La última frase de José es el colmo: como si pudieran ir en paz dejando a Benjamín como esclavo vitalicio.

44,15 Prov 25,2.

44,18-34 Se adelanta Judá y, en nombre de todos y suyo, pronuncia un gran discurso. Elimina de él toda referencia política para concentrarse en la esfera familiar. Elimina lo que podría sonar como insinuación contra el visir, para acumular lo que puede conmover como hombre; y deja el aspecto jurídico para el final. Selecciona como personajes centrales a Benjamín y a su padre: ¿es justa la crueldad contra un padre anciano por defender un derecho personal lesionado?

José escucha en silencio. Su misión no es simplemente repartir grano y dispensar compasión, sino recompensar una hermandad quebrada. El final victorioso de la prueba llega cuando Judá pasa de la evocación emotiva al planteamiento jurídico. Está en juego una garantía formal, que el visir ha de respetar en justicia. De acuerdo con la garantía dada (43,9), Judá toma sobre sí la responsabilidad plena y pide pagar en lugar de su hermano. O sea, esclavitud perpetua, extrañamiento definitivo de la casa paterna, pérdida de derechos en la descendencia patriarcal. Con tal de tener a Benjamín, el padre se resignará a perder a Judá.

El amor filial gravita sobre el amor fraternal y lo refuerza. Las palabras, el recuerdo, el nombre invocado del padre actúan y colaboran en la transformación espiritual. Al aceptar la esclavitud en lugar de Benjamín, Judá es realmente hermano. La hermandad ha sido recompuesta y es posible el reconocimiento.

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