domingo, 13 de marzo de 2016

ÉXODO. CAPÍTULO 4.

41Moisés replicó:
-¿Y si no me creen ni me hacen caso, y dicen que no se me ha aparecido el Señor?
2El Señor le preguntó:
-¿Qué tienes en la mano?
Contestó:
-Un bastón.
3Dios le dijo:
-Tíralo al suelo.
Él lo tiró al suelo y se convirtió en serpiente, y Moisés echó a correr asustado.
4El Señor dijo a Moisés:
-Échale mano y agárrala por la cola.
Moisés le echó mano, y al agarrarla en el puño se convirtió en un bastón.
5-Para que crean que se te ha aparecido el Señor, Dios de sus padre, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob.
6El Señor siguió diciéndole:
-Mete la mano en el seno.
Él la metió, y al sacarla tenía la piel descolorida como la nieve.
7Le dijo:
-Métela otra vez en el seno.
La metió, y al sacarla estaba normal, como de carne.
8-Si no te creen ni te hacen caso al primer signo, te creerán al segundo. 9Y si no te creen ni hacen caso a ninguno de los dos, toma agua del Nilo, derrámala en tierra, y el agua que hayas sacado del Nilo se convertirá en sangre.
10Pero Moisés insistió al Señor:
-Yo no tengo facilidad de palabra, ni antes ni ahora que has hablado a tu siervo; soy torpe de boca y de lengua.
11Él Señor replicó:
-¿Quién da la boca al hombre? ¿Quién lo hace mudo o sordo o perspicaz o ciego? ¿No soy yo, el Señor? 12Por tanto, ve; yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que tienes que decir.
13Insistió:
-No, Señor; envía el que tengas que enviar.
14El Señor se irritó con Moisés y le dijo:
-Aarón, tu hermano, el levita, sé que habla bien. El viene ya a tu encuentro y se alegrará al verte. 15Háblale y ponle mis palabras en la boca. Yo estaré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que tenéis que hacer. 16El hablará al pueblo en tu nombre, él será tu boca, tú serás su dios. 17Tú toma el bastón con el que realizarás los signos.

Moisés vuelve a Egipto

18Moisés volvió a casa de Jetro, su suegro, y le dijo:
-Voy a volver a Egipto a ver si mis hermanos viven todavía.
Jetró le contestó:
-Vete en paz.
19El Señor dijo a Moisés en Madián:
-Anda, vuelve a Egipto, que han muerto los que intentaban matarte.
20Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los montó en asnos y se encaminó a Egipto. En la mano llevaba el bastón maravilloso.
21El Señor dijo a Moisés:
-Mientras vuelves a Egipto, fíjate en los prodigios que he puesto a tu disposición, pues los tienes que hacer delante del Faraón. 22Yo lo pondré terco y no dejará salir al pueblo. Tú le dirás: Así dice el Señor: Israel es mi hijo primogénito, 23y yo te ordeno que dejes salir a mi hijo para que me sirva; si te niegas a soltarlo, yo daré muerte a tu hijo primogénito.
24En un albergue del camino, el Señor le salió al paso para darle muerte. 25Séfora entonces tomó un pedernal, le cortó al prepucio a su hijo, lo aplicó a las partes de Moisés y dijo:
-Eres para mí un marido de sangre.
26Y el Señor lo dejó cuando ella dijo "marido de sangre" (por la circuncisión).
27El Señor dijo a Aarón:
-Sal al desierto a recibir a Moisés.
Él fue, lo alcanzó en el monte de Dios y lo besó.
28Moisés contó a Aarón todas las cosas que el Señor le había encomendado y los signos que le había mandado hacer. 29Moisés y Aarón fueron y reunieron a las autoridades de Israel. 30Aarón repitió todo lo que el Señor había dicho a Moisés, y éste realizó los signos ante el pueblo. 31El pueblo creyó, y al oír que el Señor se ocupaba de los israelitas y se fijaba en su opresión, se inclinaron y se postraron.

Explicación.

4,1-9 La tercera objeción tiene su lógica: la palabra de Moisés no bastará para convencer al pueblo. Y así sirve para presentar a Moisés como taumaturgo. Los prodigios consisten en trasmutaciones y están adelantando los que realizarán ante el Faraón. El bastón o cayado, instrumento favorito del pastor, se convierte en vara mágica, que será instrumento de varios prodigios; la mano, órgano de la acción, queda descolorida, como sin sangre, sin vida: sufre una especie de Vitíligo o leucodermia  (cfr. Nm 12,10); el agua convertida en sangre será la primera plaga. Es decir, si bien los prodigios se dan para convencer al pueblo, en el relato ulterior se emplean para persuadir al Faraón.

4,6 Nm 12,10.

4,8 Is 15,9.

4,10 Jr 1,6-10.

4,11 Eclo 17,6.

4,12-17 La cuarta objeción es un último recurso de Moisés para escurrir el bulto, y sirve de introducción para introducir al personaje Aarón como colaborador de Moisés. La objeción sobre el lenguaje pertenece a la tradición profética, como muestra Jr 1,6. Dios, que ha dado al hombre la palabra, le da también su palabra, y así se encarna en palabra humana. Para la primera respuesta de Dios véase Sal 94,9s; PRov 20,12.

Aarón es en la tradición de Israel el primer sumo sacerdote, padre de la línea pontifical. Aquí entra con función profética, como boca de Moisés, que ocupa así el puesto de Dios en la transmisión del mensaje. El autor, quizá perteneciente a la clase sacerdotal, ha querido asociar como hermano, en el comienzo de la liberación, al caudillo civil y al sumo sacerdote. (Como en la visión de Zac 4).

4,15 2 Sm 14,3.

4,18-31 Convencido finalmente por Dios, Moisés emprende el retorno hacia Egipto por etapas. Las piezas reunidas son heterogéneas, una es indescifrable, y el orden no es el que esperamos de un buen narrador. Más bien da la impresión el autor de luchar para que no se le escapen materiales. Para dar con cierto orden, tomamos los movimientos como jalones: a casa del suegro (18); hacia Egipto (20); al encuentro con Aarón (27); a Egipto, ante las autoridades y ante el pueblo (29); el próximo movimiento será hacia el Faraón.

En ese movimiento se insertan instrucciones de Dios 19.21-23.27, y una intervención dramática 24-26.

4,18-19 De nuevo, la atracción de "los hermanos", sus paisanos, lo obligan a romper con una situación pacífica adquirida. Pero el retorno es diverso, porque Moisés marcha ahora investido de una gran misión -que no explica al suegro-. Dios ratifica la decisión, urge la ejecución y añade una información importante: la muerte del perseguidor ha creado una situación nueva para Moisés, no para el pueblo.

4,20 El bastón maravilloso manifiesta el cambio de oficio: de pastor a taumaturgo. Dios controla ese bastón que empuña Moisés y le asigna una función nueva.

4,21-23 Son una calve teológica de lo que se avecina. El Señor ha adoptado al pueblo como hijo; primogénito, por la posición histórica que ocupa (cfr. Os 11,1; Jr 31,9). Por la relación jurídica establecida unilateralmente por el Señor, lo toma bajo su responsabilidad. Siendo hijo suyo, es libre con todos los derechos. Someterlo a esclavitud es injusticia grave que el padre adoptivo toma como ofensa suya. Si el Faraón persiste en la injusticia, el Señor aplicará una forma de ley del talión: hijo por hijo. Por ahora se habla en singular: del heredero legítimo del Faraón.

4,24-26 He aquí tres versos que se resisten a cualquier explicación. El lector y el especialista pueden jugar a hacer preguntas sin respuesta. Algunos comentaristas juegan a la conjetura persiguiendo vagas huellas. Las alusiones son enigmáticas, faltan antecedentes y hasta el hebreo usa ambiguamente los pronombres. Parece como si en el exiguo terreno del texto hubieran quedado incrustados un par de fósiles desafiando a la reconstrucción de la especie.

Algo sacamos en limpio: la importancia de la circuncisión. El hijo incircunciso pone en grave peligro la vida del padre, el rito de la circuncisión lo salva, la sangre que embadurna es la prueba (¿fue un tiempo sacrificio?; ¿era gesto apotropaico?): la circuncisión se relaciona con el matrimonio.

4,27 La entrada de Aarón es artificial, forzada con poco acierto. El autor no puede ocultar su afán por asignarle un papel importante en la empresa. El sacerdote conduce al jefe civil, transmite el informe y realiza los prodigios.

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