miércoles, 20 de abril de 2016

LEVÍTICO. INTRODUCCIÓN. LECTURAS.

           En primer lugar, procuremos trasladarnos a su contexto vital, no por curiosidad distante, sino buscando el testimonio humano. Pues bien, en estas páginas se expresa un sentido religioso profundo: el hombre se enfrenta con Dios en el filo de la vida y la muerte, en la conciencia de pecado e indignidad, en el ansia de liberación y reconciliación; busca a Dios en el banquete compartido. El hombre se preocupa del prójimo tanteando diagnósticos, adivinando y previniendo contagios, ordenando las relaciones sexuales para la defensa de la familia. No es fácil leer los párrafos y apartados del libro como expresión vital. Y es que nos falta la ejecución viva, la participación de una asamblea, el ciudadano con su problema doméstico. Como es difícil leer una partitura sin escucharla o leer las notaciones de un ballet sin contemplarlo. El Levítico es en gar parte un libro de ceremonias, sin la interpretación viva y sin los textos recitados; se podría leer como ritual de los salmos, aunque no sabemos cómo combinarlos en concreto. En este sentido, resulta un libro de consulta más que de lectura.

        Si, superando la maraña de menudas prescripciones, llegamos a auscultar un latido de vida religiosa, habremos descubierto una realidad humana válida y permanente.

       En segundo lugar, traslademos el libro al contexto cristiano, y desplegará su energía dialéctica. Ante todo nos hará ver cómo la complicación se resuelve en la simplicidad de Cristo. Pero al mismo tiempo debemos recordar que la simplicidad de Cristo es concentración, y que esa concentración exige un despliegue para ser comprendida en su pluraridad de aspectos y riqueza de contenido. Cristo concentra en su persona y obra lo sustancial y permanente de las viejas ceremonias; éstas, a su vez, despliegan y explicitan diversos aspectos de la obra de Cristo. Así lo entendió el autor de la carta a los Hebreos, sin perderse en demasiados particulares, pero dándonos un ejemplo de reflexión cristiana.

        Contemplando el Levítico como un arco entre las prácticas religiosas de otros pueblos y la obra de Cristo, veremos en él la pedagogía de Dios. Pedagogía paterna y comprensiva y paciente: comprende lo bueno que yan en tantas expresiones humanas del paganismo, lo aprueba y lo recoge, lo traslada a nuevo contexto para depurarlo y desarrollarlo. Con esos elementos encauza la religiosidad de su pueblo, satisface la necesidad de expresión y práctica religiosa. Pero al mismo tiempo envía la palabra profética para criticar el formalismo, la rutina, el ritualismo, que son peligros inherentes a toda práctica religiosa.

        Recordemos que la redacción final del Levítico es posterior a la predicación profética, que en su forma acutal no es más que una parte del Pentateuco, del AT, de la Biblia. Tiene su puesto y función en el gran organismo: ni el primero ni el más importante.

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