miércoles, 21 de septiembre de 2016

DEUTERONOMIO: CAPÍTULO 30.

301>>Cuando se cumplan en ti todas estas palabras -la bendición y la maldición que te he propuesto- y las medites, viviendo entre los pueblos adonde te expulsará el Señor, tu Dios, 2te convertirás al Señor, tu Dios; escucharás su voz, lo que yo te mando hoy, con todo el corazón y con toda el alma, tú y tus hijos.
3>>El Señor, tu Dios, cambiará tu suerte compadecido de ti; el Señor, tu Dios, volverá y te reunirá sacándote de todos los pueblos por donde te dispersó; 4aunque tus dispersos se encuentren en los confines del cielo, el Señor, tu Dios, te reunirá, te recogerá allí; el Señor, tu Dios, 5te traerá a la tierra que habían poseído tus padres y tomarás posesión de ella; te hará el bien y te hará crecer más que tus padres; 6el Señor, tu Dios, circuncidará tu corazón y el de tus descendientes para que ames al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma, y así vivirás.
7>>El Señor, tu Dios, mandará estas maldiciones contra tus enemigos, los que te habían perseguido con saña, 8y tú te convertirás, escucharás la voz del Señor, tu Dios, y cumplirás todos los preceptos suyos que yo te mando hoy.
9>>El Señor, tu Dios, hará prosperar tus empresas, el fruto de tu vientre, el fruto de tu ganado y el fruto de tu tierra, porque el Señor, tu Dios, volverá a alegrarse contigo de tu prosperidad, como se alegraba con tus padres; 10si escuchas la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley; si te conviertes al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma.
11>>Porque el precepto
que yo te mando hoy
no es cosa
que te exceda ni inalcanzable;
12no está en el cielo,
no vale decir:
"¿Quién de nosotros 
subirá al cielo 
y nos lo traerá
y nos lo proclamará
para que lo cumplamos?";
13ni está más allá del mar,
no vale decir:
"¿Quién de nosotros
cruzará el mar
y nos lo traerá
y nos lo proclamará
para que lo cumplamos?"
14El mandamiento está
a tu alcance:
en tu corazón
y en tu boca. Cúmplelo.
15>>Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. 16Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor tu Dios, te bendecirá en la tierra adonde vas a entrar para conquistarla. 17Pero si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, 18yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella.
19>>Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, 20amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido ddar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob>>.


Explicación.



30,1-14 El desenlace favorable de la conversión y el retorno que echábamos de menos al final del cap. 28, lo encontramos aquí, en un desarrollo magnífico por el contenido teológico y por el tono cordial. "Cordial" viene de cor = corazón: palabra que suena ocho veces en la sección 1-14. Corazón, sede de la memoria actual, del pensamiento y la decisión y el amor; corazón tuyo y de tus descendientes. Si nos limitamos a 1-10,  la palabra repetida siete veces es "volver" en diversas formas y acepciones. "Cambiar la suerte" es una expresión que enuncia Jr 29,14 y resuena siete veces en el bloque Jr 30-33 (también presente en otros profetas: Os 6,11; Jl 4,1; Am 9,14; Sof 3,20).


Las dos palabras nos dan la clave teológica del capítulo, que desborda el hecho de la repatriación. Hay esperanza de volver a la patria, pero primero hay que volver = convertirse al Señor; también el Señor volverá (Sal 85,7; 90,13) a compadecerse y a reunirte y a alegrarte contigo. La alianza es la base que hace posible siempre la conversión.

Lo segundo el corazón. Se deja arrastrar, se endurece con la obstinación, divide sus lealtades. Hace falta tener un corazón nuevo (Sal 51,12; Ez 36,26) y entero. Será obra del Señor, que "circunda" el corazón (cfr. Jr 4,4): lo despoja, lo dedica al amor del Señor. Con fórmula diversa, esta transformación interior equivale a la que anuncia Jr 31,33.

30,1-10 El destierro podría parecer el fin de la alianza (28,58-68), el abandono definitivo del pueblo por parte de su Dios. NO fue así: el destierro fue el gran castigo saludable que curó al pueblo de la idolatría. Fue escatológico como final de una era, no como final definitivo. El que precisamente las maldiciones puedan provocar la conversión, muestra cómo la alianza es obra del amor de Dios a su pueblo. El título de la alianza, "el Señor tu Dios" se repite catorce veces en el breve fragmento, asegurando que la alianza sigue en pie.

30,1-2 El proceso de conversión es: se cumple el castigo anunciado, el pueblo medita el castigo recordando las amenazas pasadas y se convierte. La conversión incluye: la vuelta personal al Señor y el cumplimiento de todos sus mandatos. De todo corazón, como pide Dt 6,4.

30,3-5 La nueva liberación repite el movimiento del Éxodo: reunir al pueblo, sacarlo, llevarlo a la tierra prometida, dársela en posesión. Para compensar las enormes pérdidas humanas, se renueva la bendición de la fecundidad. La dispersión se refiere al vasto imperio babilónico.

30,3 Ez 36,24.

30,4 Is 43,6.

30,5 Jr 30,19.

30,6 Dios hace lo que pedía en 10,16, renovando así por dentro a su pueblo.

30,7-9 A la conversión seguirán las bendiciones. Se alegrará: cfr. 28,63.

30,10 Inclusión sobre los dos temas básicos.

30,11-14 Una vez que Dios ha manifestado su voluntad en forma de mandatos de la alianza, éstos ya no son inaccesibles al israelita: los puede recitar de memoria con la boca y los retiene en la mente o corazón. Así interioriza y personaliza el precepto, deja de ser externo y remoto. Sobre las fórmulas, véanse Sal 139; Prov 30,4; Bar 3,29-30: lo sapiencial penetra en la parénesis.

30,15-18 La alianza ofrecida por Dios ha de ser aceptada por el hombre en un acto libre, en una decisión radical (cfr. Jos 24). El pueblo debe tomar la decisión con plena conciencia del contenido y de sus consecuencias. La alianza, como los árboles del paraíso, enfrenta al hombre con el mal y el bien, la bendición y la maldición, la vida y la muerte. Véase Eclo 15,14-17.

30,19 Cielo y tierra son los testigos notariales de Dios, dos testigos que componen el universo. Cfr. Sal 50,4; Is 1,2.

30,20 Con la mención de los tres patriarcas, la alianza queda firmemente anclada en la promesa.


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