miércoles, 21 de septiembre de 2016

DEUTERONOMIO: INTRODUCCIÓN. CONTENIDO.

El Deuteronomio que leemos hoy tiene algo de final de sinfonía, de conclusión solemne. Posee a la vez algo de roto, de violentamente interrumpido, como si el final no supiera llegar a la cadencia tonal. Final para Moisés, el gigante que salió de Egipto a recorrer su carrera y la va a terminar en la cumbre de un monte, sin entrar (véase cap. 34). Final para el pueblo, porque la masa de esclavos salidos de Egipto es ya un pueblo libre, en alianza con su Dios, equipado de leyes e instituciones. Se acabó su largo peregrinar al margen de la cultura agrícola.

En cierto sentido, el movimiento del Pentateuco se remansa y aquieta aquí, en la planicie de Moab: silencio contenido, para escuchar largos discursos de un hombre que se dispone a morir. Esto confiere al libro cierto tono de despedida, de testamento espiritual. Se podría añadir un adjetivo al título: "Últimas palabras...". La memoria repasa los episodios importantes desde el Sinaí, salta a veces hasta Egipto y aun se remonta a los patriarcas.

Antes de morir Moisés da comienzo al asentamiento de tribus. Promulga un código que prevé y resuelve las situaciones más importantes de la comunidad: monarquía, sacerdocio, profetismo, culto, justicia social, guerra y paz, familia, esclavitud y sociedad, derecho civil, procesal y penal. Moisés lucha por "inculcar" esa ley, por meter en las entrañas la fidelidad exclusiva y duradera del Señor único, a sus leyes y mandatos; lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Sintiendo que no va a lograrlo, deja un poema como testigo que lo sobreviva. Renueva la alianza, compila sus leyes, encara al pueblo con la gran decisión de su historia.

Esto es algo del Deuteronomio que llega a nuestras manos. Y también nosotros tenemos que sentarnos con calma para escuchar la conclusión del Pentateuco.

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